La toxoplasmosis es una enfermedad que se produce como consecuencia de una infección por el parásito Toxoplasma gondii, uno de los parásitos más comunes del mundo. La infección suele contraerse al comer carne contaminada mal cocida, exponerse a heces de gato infectadas o mediante la transmisión de madre a hijo durante el embarazo.
Es posible contagiarse con la toxoplasmosis por:
- Excrementos de un gato infectado
- Ingerir carne contaminada que esté cruda o poco cocida
- Utilizar utensilios o tablas de cortar que estuvieron en contacto con carne cruda
- Beber agua contaminada
- Recibir un trasplante de órganos o una transfusión de sangre infectados
Síntomas de toxoplasmosis
La mayoría de las personas sanas que están infectadas con toxoplasmosis no presentan signos ni síntomas y no saben que están infectadas. Sin embargo, algunas personas desarrollan signos y síntomas similares a los de la gripe, que incluyen:
- Dolores del cuerpo
- Ganglios linfáticos inflamados
- Dolor de cabeza
- Fiebre
- Fatiga
¿Cómo se diagnostica la toxoplasmosis?
Dado que la mayor parte de las veces los síntomas no existen o son poco específicos, el diagnóstico se basa en el estudio de los anticuerpos producidos contra el parásito (IgM e IgG) y la detección del mismo.
Para esto se realiza en el laboratorio un examen de sangre que busca anticuerpos contra un parásito llamado Toxoplasma gondii. Para la realización de este examen no se necesita condiciones específicas, es decir, la prueba se la puede realizar en cualquier momento del día.
¿Cómo se trata la toxoplasmosis?
Aunque son numerosos los fármacos disponibles, el tratamiento de elección es la combinación de pirimetamina con sulfadiacina, que es capaz de controlar la fase de replicación rápida (fase aguda de la enfermedad), pero sin embargo no actúa sobre los quistes.
Frente a éstos parecen ser de gran utilidad los tratamientos con hidroxinaftoquinona (atovacuona) y azitromicina.